Eso es lo que proponemos para los propósitos viajeros del próximo año. Con tiempo, sí, porque hay que ahorrar, puesto que no hablamos de un destino ‘económico’ pero sí de un destino ‘único’ y que debería estar en la lista de lugares pendientes de visitar de cualquier amante del mundo. Hablamos de las cataratas de Iguazú, descubiertas para Europa por el español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y en torno a las cuales se entretejen historias de ambición, traición, poder, venganza… Sí. ¡Imaginación al poder! Pero cuando las tienes delante en ese momento solo te queda dar gracias por poder disfrutar en primera persona de este impresionante espectáculo.
Si espectacular es su visión, no menos impresiona el momento ‘antes de’. Esos instantes en los que nos vamos acercando a Iguazú y podemos oír el murmullo del agua, como poco a poco va ganando intensidad la caída del agua. El bosque, muy húmedo y denso, que contribuyen a crear una atmósfera de misterio cuyo desenlace deja sin palabras. Un lugar salvaje y poderoso que se ha convertido en una de las paradas obligadas de todo –o casi todos- los que visitan América.
Iguazú está formado por un precipicio de tres kilómetros de ancho, lo que convierten a estas cataratas en las más impresionantes, dejando a años luz las otras famosas, las del Niágara.
Iguazú es un río pequeño si tenemos en cuenta la media de los ríos americanos, con apenas 700 kilómetros de longitud y que nace en las montañas costeras, a apenas 50 kilómetros del mar y que se extiende por las tierras del sur de Brasil. Se ensancha y se divide en dos corrientes hasta caer al vacío. Del lado del país carioca, enfila hacia la Garganta del Diablo. Del lado de Argentina se precipita a lo largo de una serie de cascadas: Floriano, unión, Rivadavia, Belgrano, Los Tres Mosqueteros… Todas inmensas y ninguna con una caída menor de 60 metros.
Al caer el agua, choca con el fondo, se pulveriza y se forma una nube que sube al cielo. Es por ello que los indios caigangüe que habitaban la zona la llamaban el “lugar donde nacen las nubes”. La humedad de la zona hace que en el entorno surjan helechos, musgo, bosquetes de bambú, orquídeas… Lo que decíamos, un paraíso terrenal sin igual, difícilmente comparable, que todos deberíamos ver alguna vez en la vida.