La idea de introducir al dromedario al continente insular, se le ocurrió a un militar de origen irlandés llamado Robert O’Hara Burke. A fines del siglo pasado, los australianos estaban empeñados en la tarea de colonizar el interior de su país; pero en su camino se interponían los vastos desiertos de la región central. Estos, en topografía y clima, eran virtualmente idénticos al Sahara y al desierto de Arabia, los cuales el hombre había podido conquistar únicamente con la ayuda del camello y del dromedario. Como las características físicas de este último animal hacían de él el asistente ideal para conducir largas caravanas de colonos a través de los desolados arenales australianos, O’Hara Burke se convenció de que había encontrado la solución al problema que planteaba la conquista del interior del país.
El dromedario (Camelus drome-darius), en efecto, es un cuadrúpedo estupendamente dotado por la naturaleza para servir de bestia de carga en el desierto. Sus cascos acojinados le permiten caminar por la arena sin hundirse. Su fortaleza es extraordinaria, siendo capaz de correr a velocidades de hasta 35 kilómetros por hora con 300 kilos de carga a cuestas. Puede pasar días enteros sin comer ni beber. Y tiene el interior de la nariz cubierto de pelillos que le protegen las vías respiratorias de la finísima arena que ievantan los vientos del desierto. Así pues, O’Hara Burke y un colega suyo nombrado John Wills, decidieron realizar con ellos un viaje de prueba por los desiertos centrales del continente. Pero, por fuerza, el primer paso sería conseguir los animales. Te recomendamos ir en crucero para ello visita viajes cruceros es un sitio con mucha información de crucero.
Después de recorrer en vano varias de las principales ciudades australianas en busca de dos ejemplares de esos animales, y cuando ya casi habían desistido y comenzaban a considerar la posibilidad de viajar fuera para comprarlos, los dos hombres encontraron una pareja de dromedarios adultos en un circo de Melbourne. La negociación con el dueño del circo no fue fácil, pues éste no quería desprenderse de sus animales. En primer lugar, adujo, había pagado por ellos un alto precio en el norte de África, sin contar el costo de su transporte. En segundo lugar, ya sus dromedarios estaban entrenados para realizar algunas sencillas suertes en la pista del circo. Y, por último, les había cobrado cariño durante el tiempo que habían pasado “trabajando” con él. O’Hara Burke calculó que salir al extranjero, como ya tenía pensado, le resultaría mucho más costoso que indemnizar al empresario circense por el valor adicional que para él tenían los dos rumiantes y le ofreció una convincente suma en libras esterlinas. El empresario accedió, aunque de mala gana, y los dos exploradores salieron del circo con sus dromedarios, emprendiendo al poco tiempo el viaje experimental.
Lamentablemente, para cruzar desiertos tan extensos como los de Australia central, se requiere considerable experiencia además de animales adecuados. O’Hara Burke y Wills carecían de esa experiencia, y ambos murieron de sed en el camino. Pero los dromedarios que llevaban sobrevivieron, y la idea de utilizar a esta especie de animales en la conquista del desierto encontró acogida entre la población. Al cabo de unos años, el dromedario constituía el principal medio de locomoción de los australianos para andar por el interior del continente, función de la que sólo el automóvil ha podido desplazarlo.